29 de enero de 2012

Asómame a las estrellas




"Hoy parece un engaño que fuésemos felices
al modo inmerecido de los dioses".
-Francisco Brines-


Dosificas tanto tus abrazos, amor,
que no me queda más remedio que concentrar
en mi conciencia cada uno de ellos,
para que evocándolos,
tus ausencias sean más livianas.

Cotizas tus besos tan al alza,
encerrando las verdades amordazadas que nos miran de soslayo
que no me queda más remedio que aferrarme a los recuerdos
para mantener imaginado el calor que los cobijaron.

Cuando llegan, avisto el oasis, la batalla ganada
ante tanta desolación y tanta derrota.

Tras esa llamada con el eco de tu voz,
después de tanto,
y en el umbral del placer, el aldabonazo de la carne,
el tirón de la cordura
y la enésima llamada a la distancia
que al final desobedecemos.

Obsesiones irrefrenables, arrebatos de los sueños,
fantasías sobre la nada para terminar adorándote hasta la médula,
tras un baño de cuentos que nos dan la vida y nos matan.

Y después de que tus labios
me atormeten con el último trago
de la borrachera,
te respiro.

Trémula la piel,
estremecida tras la entrega,
de palmo a palmo la recorro antes de que tus gélidos pies,
los más bellos, pisen la mentira impostada,
y me permito vivir un resquicio de la verdad.

Atrapo la ternura, te bebo,
extiendo los segundos del minutero
e intento descubrir los pensamientos
que pasearon por las diosas, odaliscas, brujas, gitanas,
piratas, gondoleros, principes, cómplices y verdugos.

Y deseo que sigas acariciándome con otro florilegio de leyendas
que sigas abrazándome con monólogos dialogados,
para estar eternamente condenados,
para estar eternamente agradecidos,
a esos soles, a esos lunes,
a esos rincones tan nuestros,
solo tuyos y solo míos
que nos calan hasta los tuétanos.

Me voy y me vuelvo.

Imaginación, no más,
producto de la inspiración, de ilusiones,
que me posibilitan, redactar este puñado de versos.

Blanca Flores. Ecos.

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