20 de septiembre de 2011

Coreanos, los primeros de la clase.



Su jornada es de aúpa: de seis a siete horas de clase en una escuela pública, a las que se suman tres de refuerzo en academias privadas y una de guitarra, sin contar el gimnasio, los deberes y el trabajo voluntario como asistente de su padre, doctor en medicina oriental.

Cuando se meta en la cama, a las once de la noche, todavía dará un último repaso a las lecciones del día siguiente y leerá unas páginas de una biografía antes de que se le cierren los ojos. So-jung Kim no es una excepción. Su día es de lo más típico. «Es duro ser adolescente en Corea del Sur. Pero supongo que es igual de duro ser adolescente en cualquier parte del mundo. A esta edad nos estamos jugando nuestro futuro», sentencia.

Artículo completo en XL Semanal, pinchando aquí.

Una alarma: Según el artículo, cinco de seis alumnos confiesa que son felices. Sin embargo, tienen la tasa de mayor suicidio infantil del mundo. ¿Están haciéndolo todo bien? El esfuerzo tiene su recompensa y es necesario, pero ¿merece la pena ese excesivo esfuerzo?



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