Somos promiscuos por naturaleza, al menos; eso afirman los nuevos descubrimientos que revelan que nuestros ancestros no eran monógamos. Por eso buscar pareja, formar un nido de amor y estar juntos para siempre puede ser... antinatural. Eso afirma Darío Pescador, en el artículo que ha publicado en el último número de la revista QUO. Artículo completo, pinchando aquí.
Y mientras que en EEUU se toman la infidelidad como un crimen, en el amplio reportaje se afirma que:
"La liberación de la mujer y las sociedades igualitarias occidentales están abriendo las puertas a otra sexualidad. Los intercambios de parejas han salido de la clandestinidad. El poliamor es ya un fenómeno social que se extiende por EEUU, Canadá y toda Europa: personas que forman parejas abiertas en las que pueden mantener relaciones sexuales con otros". En el mismo artículo se afirma que la monogamia va contra la naturaleza y provoca estrés, según el doctor en Psicología y autor de Sex at dawn. (trad. despertar al sexo).
Sin embargo, las parejas se siguen casando y con la crisis disminuyen las separaciones y divorcios. Estamos ante un fenómeno social contradictorio. Por una parte, se mantienen las uniones de parejas y se favorece la convivencia aunque el vínculo no se corresponda con lo tradicionalmente establecido.
¿Es coherente con la búsqueda de la felicidad? ¿La felicidad está en el amor o en el dinero? ¿Nada es para siempre? No se hizo al hombre para estar solo sino muy acompañado...
Otro artículo que en clave, un tanto irónica, firmado por John Carlin, para El País, intenta dar una solución para que el amor perdure, fue publicado ayer domingo. Para acceder al mismo, pincha aquí. No quiero parecer escéptica, pero en el artículo se afirma: "el cálculo financiero se impone a la pasión, el pragmatismo al romance y te sometes al purgatorio de un matrimonio sin amor".
¿El amor a los hijos, la hipoteca, es que no nos llevamos tan mal? Es bueno de vez en cuando, plantearse estas cuestiones... porque ciertamente son muy interesantes y porque a muchos no les vendría nada mal ser más tolerantes o ver la cosas con mayor naturalidad, pero sobre todo sin tabúes, sin eufemismos y sin perder los nervios.
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