2 de noviembre de 2011

Oposición de una opositora...



Cuanto más conozco el proceso de selección de funcionarios por los exámenes de las tradicionales oposiciones, más confirmo mi frustrante impresión de que el valor que se prima por encima de todos es el sacrificio, pero el sacrificio per se, de cuestionable utilidad posterior, como mera forma más de agotar a la gente y con ello cribar. Y como indicador principal de ese esfuerzo exclusivo y prolongado durante años, la memorización forzada de datos. Son datos que jamás se han aplicado, palpado, desmenuzado, trabajado (una ley, un proceso administrativo, una institución europea) que es como verdaderamente se aprende -se aprehende- su esencia. La profundización y el avance en el conocimiento, la práctica profesional, las habilidades sociales, el dominio de nuevas tecnologías, diría que en ocasiones el sentido común, se sustituyen por artificios como el "control del tiempo" (del tiempo exacto en el que hay que cantar los temas) y la consecuente velocidad de expresión oral o escrita. Repeticiones ad nauseam para perfilar la "técnica", impuestas por la propia inercia de la competitividad. Eternas "vueltas al temario", que paradójicamente, en algún lugar menciona la feliz superación del modelo educativo basado en la acumulación acrítica de datos.

Por Irina Fernández en El País, artículo completo pinchando aquí.

Si según el estatuto de Función Pública debe primar la igualdad, el mérito y la capacidad. ¿Por qué aún no se han adecuado los sistemas de acceso a las nuevos perfiles profesionales que la sociedad del siglo XXI demanada en el ejercicio de los trabajadores que se emplean en las empresas públicas?

Es una cuestión que en estos días, yo también me planteo.

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