16 de junio de 2011

En la democracia real es inaceptable la violencia.



"Nuestra democracia ha mostrado durante estos treinta años resultados bastante positivos, entre ellos, un régimen de libertades que permite acampadas en la plaza pública para denunciar a la propia democracia. Pero también es cierto que en la gestión del modelo representativo han aparecido perversiones no deseadas en su diseño inicial y que ya no pueden obviarse; necesitan bisturí político. El sociólogo Ignacio Sánchez Cuenca es autor de un recomendable ensayo, "Más democracia, menos liberalismo", que ahonda en la validez de la democracia representativa como el mejor de los sistemas políticos conocidos, pero también aborda la necesidad de abrir caminos aun no explorados que acrecentaría su cualidad representativa. Que la democracia sea mejorable, no significa que no sea real".

Por Ignacio López Cano para La Opinión de Málaga, en "15 M y democracia". Artículo completo, aquí.

Ayer se cumplía un mes de las acampadas de los indignados. Un movimiento que sorprendió e incluso ilusionó a muchos de los que las inquietudes políticas nos llevan a preguntarnos qué pasa con los valores, con el progreso de los pueblos y ciudades, con el empleo o la democracia. Sobre todo era un nuevo germen que derrotaba esa idea generalizada de que la ciudadanía dormitaba en la apatía más absoluta.

Ilusiones que se iban disipando al paso de los días, conciliar un abanico de intereses dispersos y en ocasiones inabarcables despojados de actuaciones materiales contundentes nos llevaba a plantear que tal vez lo que estaban haciendo no terminaba de cuajar. Finalmente y ayer, han llegado a la violencia; no les ha bastado pedir la voz, la palabra, el recurrir a los mecanismos democráticos establecidos. Claro que es difícil llegar a que se escuche la voz, pero no es imposible. Ahora con la violencia de por medio, han perdido la legitimidad, la credibilidad y todos nosotros hemos perdido las esperanzas.

La noticia en El País.

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