27 de octubre de 2010

Diana

Diana buscó tu boca para comprender tus palabras,
buscó tus ojos para que tus miradas le tradujesen
tus intenciones… para intentar entender
si eran las mismas que las de ella.

Buscó en la Caleta la calma,
como si fuera a bañarse en tus manos,
en la intensidad de aquella aventura desbordante.

Limpia, trasparente, rebosando ilusiones incontenibles,
se paseaba desnuda una y otra vez por cada una de las fantasías
tejidas entre los dos.

Se emborrachaba con las letras de las canciones
de la emisora de moda, para que le otorgasen la inspiración necesaria
a los nuevos versos.

Intentó llenar de ti, llenando y llenándose
con cada paso dado, con cada estrategia medida,
con cada peldaño de la vertiginosa escalera
que subían a medias… todos los resquicios
de su alma.

Así se pasaba el tiempo. La alameda cubría y descubría
las ramas de sus árboles mientras se sucedían
cada una de las estaciones del año.
Pero un día el abismo cubrió la complicidad
robándole toda la inocencia,
y empezaron a evaporarse los sueños…

Diana despertó confusa en el laberinto de Ariadna…

Descubrió entonces que toda la verdad
se había transformado en falacia,
y en progresión geométrica, fue imposible pararla.

A borbotones sigue corriendo la sangre,
este no era el final previsto para el poema,
posiblemente todo se podía haber arreglado,
simplemente con un café.

Blanca Flores Cueto, de Vaivén. Aún inédito.

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