Déjame que te escriba mientras escuchas un fado.
¿Sabes que hoy, aquí, baja la marea?
Las rocas de la Caleta desprenden un húmedo,
un profundo y penetrable olor a océano.
Déjame que te escriba mientras paseas en el tranvía
de la decadente ciudad atlántica.
No sé porque hoy no huelen a azahar,
los naranjos de mi barrio.
Déjame que te escriba aunque a veces
me pregunte y te pregunte como van las cosas.
Déjame que te envíe mis besos
y que envuelva de sueños el futuro.
Déjame que siga peleando,
porque creo en cada día y que merece la pena.
Déjame que te escriba,
porque ahora más que nunca,
estoy convencida de que es necesario.
Blanca Flores Cueto, para Ecos.
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