ROMANCE DEL PRISIONERO
Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión;
que ni sé cuándo es de día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba el albor.
Matómela un ballestero;
déle Dios mal galardón.
Anónimo.
La foto del patio de Córdoba, es de la web Diario de un turista.
Blanca querida, este poema me trajo a la memoria el que sigue, de mi padre, esa persona que me enseñó lo que era la justicia social. Curiosamente es Córdoba de la Nueva Andalucía como se dio en llamar en su fundación. Cuántas concomitancias. Gracias y sepan disculpar la extensión.
ResponderEliminarLA CÁRCEL
Cuando cae la tarde
y las sombras se lanzan
sobre estas galerías de infortunios,
las paredes se alarman
del grito sigiloso de las horas.
Una ventana gris sin aventura,
un cielo claro y hondo tras la reja,
y un silencio de pájaros mojados
están despiertos.
Una guitarra lánguida y lejana
por algún corredor humedecido
de añicos de pasión,
dice algo de recuerdo y borrachera.
Los hombres nunca lloran....
¿para qué son las lágrimas entonces?
Allá detrás del aire
sucio de carcajadas doloridas,
los insectos se asoman a una historia
de fiebre y adulterio
de fango y soledad.
La congoja no sabe
ni el nombre barnizado de la luna,
ni un canto de sirena
puede escucharse para no llorar.
Los hombres nunca lloran....
¿para qué son las lágrimas entonces?
Duro como una piedra,
duro como el coraje y la amapola,
duro como el cansancio de una estrella,
así se vive para no cantar.
Nadie comprende lo que siempre dicen
los perros legendarios:
sandalias de silencio entumecido
quiebran la espuma triste.
Los hombres nunca lloran....
¿para qué son las lágrimas entonces?
Un tren distante
corre por avenidas de zozobra.
Hay un adiós clavado en las gargantas
y un ansia de no ser.
El silbato se arrastra como un sueño
vencido de plegarias:
Un silbato en la tarde es como el humo
que se va yendo para no volver.
Por lindes de la tarde la ciudad
quizá suspira
y el perfil de las tapias
amarillea un signo de fantasmas
enormes y geométricos.
Hay catedrales sucias de amargura
y un canturreo largo en las esquinas.
Alguien espera
el túnel de unos ojos sin dinero.
La noche tambalea
con sus vagos murciélagos.
Yo cierro la ventana
porque quiero dormir sin infinito.
En esta galería de infortunios
me han encerrado unos opacos hombres
que aborrecen al pueblo y su sonrisa,
que arrasan una aldea fácilmente
y luego fácilmente
se duermen en su estiércol de marfil.
A la pequeña noche de la celda
suelen viajar los ojos de la esposa
y las manos pequeñas de los hijos
a tocar mi ansiedad.
Los hombres siempre lloran
y yo tengo el sentido de las lágrimas
y la voz hecha con metal de amor.
Jorge Otero-Pizarro – Cárcel de Córdoba (1956)
Bonito romance y sobre todo esos patios andaluces que tenemos llenos de plantas en macetas que maravilla cuando el geranio florece la rosa da su fragancia la dama de noche su perfume y la malva el olor a limon saludos....
ResponderEliminarMi amiga Blanca siendo tan joven, me reproduce un poema que aprendí en el colegio cuando usábamos plumilla y palillero o cabillero, cuando llegábamos a casa con olor a goma MILÁN, y teníamos los tinteros blancos en un boquete del pupitre. La tinta la fabricaban con una especie de pastillas azules diluidas en agua. Sería más o menos por el jurásico. Ser amigo de Blanca es uno de los pocos regalos que te da la vida.
ResponderEliminarQuerido Pruden, tenerte a ti de amigo, también es un regalo. Gracias.
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