Agradezco que de vez en cuando me regales tu mala educación.
Esa misma que te define a menudo, como este viento de levante
que me provoca migrañas y me nubla la vista.
Esas pinceladas de tu genio me devuelven a la realidad en estado puro.
Y aterrizo en este mundo de incongruencias,
lleno verdades cargadas de mentiras,
tan de mentiras cargadas de verdades.
Ésas que explican porque no quiero tus besos.
Entonces, no lamento las veces que te enterré en mis versos,
las mismas conque después y arrepentimiento te lloraba,
temiendo incluso que resucitases con más fuerza.
Y ni espejos, ni jazz, ni mañanas de domingos con recuerdos dulces
tendrían que volver por mis azoteas.
Y así, cuando otra vez me hables de la muerte
y ahogándome me impidas relatar mis cuentos;
yo, que deseé tantas veces que definitivamente desaparecieras,
como en este sábado que, como en otros tantos me quedo sin mi playa,
me levantaré de nuevo inundada de tus ausencias.
Como ésas sobre las que un día te escribí en mi facebook:
A veces percibo tu presencia tan ausente,
que no me acostumbro al vacío que provocas.
Esas ausencias son tus modales
que me aclaran que no vales lo que te aprecio.
Esas pequeñas traiciones me ayudarán a superarte
cuando definitivamente me faltes.
Esos gestos que con tu mala educación me dan los buenos días,
no comulgan con mis buenas noches,
en las que aniquilo las pasiones tortuosas y cargadas de imposibles
que fusilaron a la amante del gondolero.
Esas maneras sin compostura
me empujarán a levantarme de nuevo,
cuando me faltes de verdad.
Cuando definitivamente me faltes.
Son las que me permitirán
cuando ya no salga el sol todos los días,
seguir luchando sin sentirme mutilada.
Blanca Flores Cueto, inédito.
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