La calma siempre vuelve tras las tempestades,
como vuelven a tu boca los nombres de una
detrás de otra.
Sin saber si será para tener menos amigos o más recuerdos,
u olvidos con polisíndeton y borracheras tontas.
Ahí vas, emponzoñándote a ti mismo
sin darte cuenta que no merece la pena.
Ahí estás exudando de odio,
por los cuatro costados,
sin saber querer,
sin quererte a ti mismo.
Y seguirás abriendo cada día la agenda,
abriendo cada día el facebook
y buscando como cuadrar las citas inútiles.
Ahí están ellas y ellos, la colección de damas de la baraja,
sin precio puesto a pie de página,
dispuestas a un sueño efímero,
sin ruta cierta. Volátiles.
Y seguirás poniéndote cada día un disfraz,
haciendo creer mentiras y vanidades
arruinando los minutos de tu tiempo
como arruinas poco a poco tu propio destino.
Sin solución definitiva, ya hiciste el viaje,
no es necesario fingir eternamente.
Tú ya desechaste la vuelta.
No hay quién te llore,
ni quién cierre la tapa de tu féretro.
Aunque hace mucho tiempo que ya estabas muerto.
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