5 de enero de 2010

Ilusiones del cinco de enero.



"De lo que no se acuerda uno es de que, al día siguiente, la espada láser con la que había soñado resultaba ser un deslucido armatoste de plástico al que se le acababan las pilas a los cinco minutos. Atribuye uno la decepción que le causa el batín o los calcetines a la incomprensión que el mundo suele manifestar hacia los propios deseos. Pero lo cierto es que esa decepción viene de antes, y es quizá de las primeras cosas que uno aprende. Uno la da ya por descontada. Se rompen las espadas, los coches teledirigidos se quedan parados incomprensiblemente, despintan los indios. El batín, los calcetines, el frasco de colonia no hacen justicia, a lo mejor, a la elevada idea que uno tiene de sí mismo. Y lo nuevo, quizá, lo que no viene de la infancia ni parece un reflejo condicionado, es la necesidad de hacer acopio de humildad para aceptarlos. Hay quien dice que todo esto lo mueve la hipocresía, y que resulta ridículo que el rito de regalar por estas fechas se haya extendido a los adultos. No les falta razón. Y, sin embargo…."

Días pasados retomaba el debate del consumismo, hoy José Manuel Benítez Ariza, en su columna para Diario de Cádiz, retoma en cierta medida este asunto, de forma mucho más lírica pero con su parte de razón. ¿Y la ilusión de estos días? ¿Y las caritas de los niños? ¿Y la ilusión incluso de los mayores?
Siempre que el consumo sea responsable... Volvamos a ser niños por una noche.


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