Todavía seguía preguntándose,
porque habían salido tan deprisa del local,
si aún el concierto no había terminado
y quedaba toda una noche por delante.
Si todavía eran anónimos
y la gran ciudad bajo la lluvia húmeda
les amparaba en una mágica velada
para no olvidar nunca.
Un contexto bohemio y brindis
con vasos de whisky y ginebra,
un acto de conciliación sin velitas en las mesas.
Habían cruzado grandes avenidas,
habían atravesado las nubes cumpliendo sueños,
y traicionando renovadas ilusiones,
el destino calle abajo del desengaño,
les hizo desembocar en la plaza del Ángel.
Después de haberse regalado con los cinco sentidos
una estampa inimaginable,
después de haberse metido en todos los charcos
y transgredidas todas las normas,
se arrimaron al maravilloso silencio.
Unas líneas sobre los placeres prohibidos, escondidas
tal vez, y hasta perdidas para siempre,
le hacia preguntarse todavía,
porque escapaban tan deprisa del café central.
Piano, contrabajo y batería a media luz,
señalaban el foco al final del túnel.
¿Por qué se fueron tan deprisa,
si las últimas notas de jazz,
no habían salido de la partitura?
Blanca Flores Cueto
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