Katharina Blum acabará de verdad convirtiéndose en culpable cuando, desesperada al ver la ruina en que han logrado convertir todo aquello por lo que ella ha luchado, mate al periodista que hizo de su historia un asunto de primera plana.
Heinrich Böll quiso con esta breve novela criticar la práctica de un tipo de periodismo sin escrúpulos y a la sociedad que la consiente y alienta. Un periodismo en el que no importa adulterar la verdad y destrozar la vida de personas inocentes, para complacer la avidez de lectores deseosos de tener en la picota a alguien a quien lapidar. Si la persona de la que la prensa se ocupa es una persona honrada, proba y respetable, el público se siente aún más satisfecho de verla en el fango, pues ha caído desde más alto. Por su parte, los periodistas no sienten compasión alguna de las personas cuyo nombre arrastran por el lodo y consideran la mentira como una parte más de su trabajo, que llevan a cabo sin darle demasiada importancia, sin pensar en las consecuencias que para otros tendrán y sorprendidos de que, aquellos a quienes calumnian, no se sientan agradecidos por las portadas que les regalan.
Hace varios años de este libro, pero ¿son sanas o perjudiciales las injerencias periodísticas? ¿Y las relaciones políticas y periodísticas? Estos días se ha hablado y se ha escrito mucho sobre la dimisión de Rafael Velasco... ¿Qué hay de mentira?¿Difamaciones del PP? ¿Hasta dónde se puede llegar?
Más sobre el honor perdido de Katharine Blum, aquí.
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